Sobrevivir más que vivir

Esta parece ser la opción para la mayoría de los seres humanos. Frente a una sociedad consumista, que nos vende a través de la publicidad y los medios de comunicación espejismos de prosperidad y consumo, de un mundo casi perfecto, nos enfrentamos cada día, al mirarnos al espejo, a una realidad muy distinta.

Porque digan lo que digan,siguen las guerras, el hambre acucia a millones de personas, las mujeres siguen siendo el segundo sexo y en muchos países ni siquiera eso, los niños siguen siendo explotados en trabajos miserables o convertidos en niños soldados, la violencia contra las mujeres no se detiene, los violadores siguen violando y los pederastas abusando de los inocentes.

El planeta es un vertedero inmenso, y los que quieren defender el medio ambiente son catalogados en el mejor de los casos como idealistas y, en el peor, como locos alarmistas. Pero la desertización avanza a pasos agigantados, el deshielo de los polos es un hecho. Los incendios provocados por especuladores criminales se repiten verano tras verano en todos los continentes. Se secan ríos y lagos, las arenas de las playas se las llevan los temporales, porque industriosos empresarios han desviado cauces, modificado deltas fluviales, acotado los puertos naturales y distorsionado su geografía, para medrar y enriquecerse.

Mientras nos arrasa la crisis económica, los ricos siguen siendo ricos, y los pobres cada día más pobres. Y aunque muchos creen que aún pertenecen a esa vanagloriada clase media que creció en los ochenta, están atados a yuntas de hipotecas, créditos y tarjetas de credito que los atrapan en una espiral sin fin de deudas. Es la nueva esclavitud del siglo XXI, hombres y mujeres que se creen libres pero viven encadenados a las falsas necesidades creadas por la sociedad de consumo que sólo beneficia a los de siempre.
 
Marián Anguita