Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 20 de febrero de 2012
Este artículo argumenta la
superioridad del sistema republicano sobre el monárquico. Señala,
también, que la Monarquía es el centro de un entramado profundamente
conservador que incluye desde la Iglesia, las fuerzas armadas, y parte
de la judicatura, a la banca y a la gran patronal, fuerzas que dominaron
la dictadura (1939-1978) y que continúan teniendo una enorme influencia
sobre el Estado español.

La presentación (¡por fin!) del programa
Monarquía o República, en la televisión pública catalana, TV3, que ha
sido retrasada más de un año, y después de cuatro cambios impuestos a
los autores Montserrat Armengou y Ricard Belis, está creando un gran
debate en Catalunya (más en la red que en los medios de mayor difusión,
que continúan considerando el tema de la forma de Estado un tema tabú)
que espero se extienda pronto al resto de España. A fin de contribuir a
este debate publico ahora, de nuevo, en El Plural, un artículo que
publiqué hace más de dos años en Público, 23.04.09 (con el permiso de
tal rotativo) modificado para añadir algunas reflexiones al final del
artículo.
“Como era predecible, mis críticas al
Rey y a la Monarquía han creado gran revuelo, lo cual me fuerza a
responder elaborando el por qué creo que sería mejor que en España
tuviéramos una República en lugar de una Monarquía. Durante mi largo
exilio he vivido en varios países, incluyendo una República, Estados
Unidos. Y aún cuando he sido muy crítico en mis escritos con la
democracia estadounidense, hay un aspecto de ella que valoro muy
positivamente: la cultura republicana en la que las distancias sociales
entre el Jefe del Estado y las clases populares son mucho más reducidas
que en cualquier sistema monárquico. Tal cultura democrática transmite
una sensación de que el poder deriva de la ciudadanía puesto que si a la
población no le agrada el Jefe del Estado puede cambiarlo por otro. Es
más, cualquier ciudadano puede aspirar a ser Jefe del Estado. Esta
distancia se reduce incluso más cuando tal Jefe del Estado procede de
las clases populares que sienten al Presidente como alguien suyo. Vimos
en 2009 la gran alegría entre las clases populares (y muy especialmente
entre la población afroamericana) de aquel país al ser elegido uno de
ellos (hijo de una madre pobre y de un padre africano de Kenia)
Presidente. La sensación de poder y complicidad con el Jefe del Estado
en estas situaciones es enorme. No es sólo la capacidad de elegir al
jefe del Estado sino también la percepción de que todos pueden serlo, lo
que da gran poder a la ciudadanía.
Tal principio de responsabilidad
democrática es negado en una Monarquía. En ésta, la distancia social es
intrínseca en el sistema y aparece constantemente, como cuando el Rey
llama de tú a todos los ciudadanos, los cuales deben referirse a él de
usted, todo ello envuelto en un ambiente jerárquico y cortesano que
enfatiza esta distancia. Incluso el Himno Nacional es una marcha real
frente a la cual los ciudadanos se yerguen respetuosamente en silencio.
Se reproduce así una cultura de vasallaje a la cual algunas izquierdas
no son inmunes. Véase el blindaje mediático de la figura del Rey. Voces
críticas apenas tienen cabida en los medios de información y persuasión
del país.

A estas reservas a la Monarquía añado
otras que tienen que ver con los orígenes de la Monarquía en España y su
desarrollo durante la democracia. El Monarca no sólo fue nombrado por
el Dictador sino que fue parte de la nomenclatura de aquel estado
dictatorial dirigido por un General al cual nunca ha criticado. Antes al
contrario, lo ha alabado incluso en tiempo de democracia. Así, el 18 de
Julio de 1978, la Casa del Rey publicó el siguiente texto: “Hoy se
conmemora el aniversario del Alzamiento Nacional que dio a España la
victoria contra el odio y la miseria, la victoria contra la anarquía, la
victoria para llevar la paz y el bienestar a todos los españoles.
Surgió el Ejército, escuela de virtudes nacionales, y a su cabeza el
Generalísimo Franco, forjador de la gran obra de regeneración”. Tal
supuesta regeneración condujo a 192.684 ejecuciones y asesinatos,
incluyendo 30.000 (que se ha ido descubriendo que incluye cifras muy
mayores, casi 120.000) personas que continúan desaparecidas,
estableciendo una dictadura en gran parte responsable del enorme retraso
económico y social de España. Cuando el Dictador murió, España tenía el
porcentaje más elevado de Europa de personas con escasa educación
(84%).
La Casa Real es un círculo profundamente
conservador como lo atestiguan declaraciones de sus miembros que
incluyen desde las declaraciones de la Reina (definiendo a una de las
dictaduras más represivas que han existido en Europa como una dictadura
blanda), a las del jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campos, quien
subrayó su coincidencia con Pío Moa en una entrevista a El Periódico
(08.07.03) en su justificación del golpe militar del 1936 y la dictadura
que estableció. El mundo social del Monarca, que es el Jefe de los
Ejércitos, es predominantemente el mundo empresarial y financiero. Es un
error derivar de los abruptos anti-monarca del ultraderechista
Losantos, concluir que las derechas han dejado de ser monárquicas. El
eje central de las derechas lo constituye el Ejército, la Iglesia, la
Patronal y la Banca, que apoyaron y continuarán apoyando a la Monarquía
porque les ofrece un orden constitucional que les favorece. Prueba de
ello es la continua promoción de la Monarquía y del Rey en los medios de
información que controlan o influencian, que son muchos.
Es el temor a los herederos de la
dictadura, incluyendo a la Monarquía, el que ha frenado la corrección de
la historia de nuestro país, incluyendo lo que fue la República, la
Dictadura y la Transición, presentándose ésta como resultado de la
vocación democrática del Monarca, ignorando el papel determinante que
tuvieron las movilizaciones obreras que forzaron la apertura democrática
que no existía en los proyectos originales aprobados por los gobiernos
monárquicos de aquel periodo. De ahí que haya definido esta tergiversada
versión de la Transición de la dictadura a la democracia como falsa, es
decir que no corresponde a la realidad.
No dije, sin embargo, -como se me acusa-
que la Transición era falsa, pues la democracia significó un importante
cambio real y no falso. Lo que sí dije, y me reafirmo en ello, es que
la Transición fue inmodélica pues la democracia, resultado de aquel
proceso dista mucho de ser ejemplar. Tampoco dije, como se me acusó, que
el Estado español está controlado por las derechas. Dije que éstas
tienen mucha más influencia sobre tal Estado que las izquierdas, lo cual
explica la continuación de la democracia incompleta, causa del
bienestar insuficiente de nuestro pueblo. Indicar que la Monarquía
(junto con la Iglesia, el Ejército, la Patronal y la Banca) no tiene
nada que ver con ello me parece que es desconocer la realidad que nos
rodea”.
Hasta aquí el artículo que escribí en
2009 y que continúo subscribiendo desde el principio al final. En
realidad, estos dos años confirman todavía más la certeza de mi
diagnóstico sobre el papel negativo que la Monarquía está jugando en el
país, inhibiendo el desarrollo democrático de España. Acabamos de ver el
linchamiento por parte del Tribunal Supremo del único juez en España
que se atrevió a intentar enjuiciar los crímenes del franquismo,
instruyendo además al Estado a que encontrara a los asesinados por la
Falange y por las Fuerzas Armadas sublevadas, apoyadas por la Iglesia
Católica, que permanecen desaparecidos. Ello es indicador de lo
inmodélica que fue la Transición de la dictadura a la democracia y la
baja calidad de esta última. El Estado, su composición y sus aparatos
continúan reproduciendo una cultura profundamente conservadora,
escasamente democrática, que se nutre de instituciones como la Real
Academia de la Historia, cuya expresión de ultraderechismo aparece en su
biografía de Franco. Ningún otro país democrático permitiría tales
hechos.
La Monarquía es el centro institucional
de tal Estado, profundamente conservador, que sigue protegiendo a los
grupos que fueron dominantes durante la dictadura (el Ejército, cuyo
jefe es el Monarca, la Iglesia Católica, la banca y la gran patronal), y
que continúan siéndolo durante la democracia incompleta que tenemos.
Desligar la Monarquía de este entramado definiendo al Rey como
“republicano”, es una frivolidad que demuestra un profundo
desconocimiento de la distribución del poder económico, financiero,
cultural, ideológico y mediático en España, y la función reproductora de
la Monarquía de tal distribución de poder. El hecho de que España sea
el país de la Unión Europea de los Quince con el gasto público social
por habitante más bajo y con el fraude fiscal más alto (del cual el 72%,
según los técnicos de la Agencia Tributaria, lo realizan las grandes
fortunas, las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros
al año -que representan menos del 0,18% de todas las empresas- y la
banca), se debe a esta realidad: la enorme influencia de tal bloque de
poder, cohesionado por la Monarquía y la Iglesia católica y defendido
por el Ejército, por la policía y por el sistema judicial. De ahí, que
el cambio de Monarquía a República no sería un mero cambio de la persona
que ocupa la jefatura del Estado, sino el inicio del deshilachado de
tal entramado.